Un momento intenso de ternura que no se cambia por nada.
El día a día con nuestro hijo nos presenta innumerables situaciones que podemos aprovechar para estimular la comprensión, la cercanía y la comunicación:
- Nos aseguraremos de captar la atención del niño: un leve contacto corporal o hablarle siempre de cerca y de frente son reglas de oro.
- Daremos una instrucción que sea clara y apropiada a lo que el niño esté realizando en ese momento o pretendamos que haga.
Ejemplo 1: “Queremos que el niño nos ayude”
BIEN: María y su hijo Tom están en la cocina. María prepara la cena y le gustaría que Tom le ayudara a poner la mesa. María se acerca al niño, le da una palmadita y dice su nombre: “Tom”. Una vez que hay contacto ocular, le dice: “pon los tenedores en la mesa”.
Vemos que María ha captado la atención de Tom y después le ha dado una instrucción sencilla y muy clara y apropiada a la situación.
MAL: María y su hijo Tom están en la cocina. María prepara la cena y le gustaría que Tom le ayudara a poner la mesa. Desde el otro lado de la habitación, María llama a Tom y dice: “¿está la mesa lista para la cena?”
Vemos que María no se ha asegurado que Tom le presta atención. Al llamarlo desde lejos, no puede estar segura que él la haya atendido o incluso oído. Además, con esa instrucción, es muy difícil para el niño determinar cuál sería la respuesta correcta.
Ejemplo 2: “Utilizamos una necesidad del niño”
BIEN: María con su hijo Tom están sentados a la mesa para la merienda. Tom intenta apoderarse del zumo. María le detiene la mano y le pregunta: “¿qué quieres tomar?”. Tom contesta: “zumo”, y su mamá le da entonces el zumo.
Vemos que María hace una pregunta apropiada y clara a Tom. También se ha asegurado que Tom le está atendiendo, al interrumpir la actividad que interfiere (agarrar el zumo).
MAL: María con su hijo Tom están sentados a la mesa para la merienda. Tom intenta apoderarse del zumo. María, sin tener la atención de Tom, le dice: “Mira qué rico todo, hay leche, galletas, zumo, agua, ¿qué quieres tomar?”. Tom sigue intentando apoderarse del zumo.
María no se asegura que Tom le está prestando atención y su pregunta es larga y confusa.
BIEN: Pedro cuida en casa a su hermano Tom. Tom va hacia la puerta que da al patio y golpea el cristal, incapaz de abrir la puerta para salir. Pedro se acerca a Tom, le toma de la mano y le dice: “Escúchame”. Tom mira a Pedro. Pedro añade: “¿quieres salir?”. Tom responde: “afuera”. Pedro le dice: “muy bien”, y sale con su hermano al patio para jugar juntos.
MAL: Pedro cuida en casa a su hermano Tom. Tom va hacia la puerta que da al patio y golpea el cristal, incapaz de abrir la puerta para salir. Pedro llama a Tom desde otra habitación donde está viendo la tele: “Tom, ¿qué quieres?”. No obtiene respuesta, pero sigue: “¿quieres salir?”. Tom golpea los cristales cada vez con más intensidad.
Para estos ejemplos me he basado en el Manual “Cómo enseñar conductas pivotales a niños con autismo”, de Robert L. Koegel, Laura Schreibman, Amy Good, Laurie Cerniglia, Clodagh Murphy y Lynn Kern Koegel. Se puede descargar AQUÍ.