Torres que muerden

Dibujos de Erik (sept. 2008). En la imagen de la izquierda se ve la casa con la torre y dentro la escalera de caracol. Después de la excursión a San Petri, sus nuevas casas-torre tenían, además de la escalera de caracol, un ascensor (ver imagen de la derecha).

Tiembla la brizna de hierba con el viento
(en realidad le da miedo alejar su verticalidad del suelo)


Se agita el cuerpo con la tos.
Incontrolable.


La dicha, el vértigo, un arrebato, el salto o un viaje perturban el entorno.
El espaguetti en la olla hirviendo, la llama de un mechero o el agua circulando por un tubo.
La electricidad, el humo, las aspas de un molino.
Todo se mueve.


Yo me decía:
Pero ahí está la eternidad de una torre anclada en el movimiento de la vida.
Estable,
pétrea en su largura extensa,
a pesar de su hueco interno.


Durante meses, Erik dibujaba una y otra vez casas, castillos o iglesias. Todos con torre. Para él era muy fácil distinguirlos: las casas tienen torre sin campanas, al contrario que las iglesias, y en los castillos hay muchas torres. En esos delirios de líneas rectas, rompía la monotonía la escalera de caracol (Wendelntreppe) culebreando en movimientos ascendentes.

“Quiero subir a una torre por la Wendelntreppe”, nos dijo Erik una mañana del pasado septiembre poco después de despertarse.
Visitamos San Petri, una de las más representativas de Hamburgo.


Erik se fue directo hacia la puerta que encaminaba a la escalera de más de quinientos escalones. Tuve que correr para alcanzar su manita, pues ya subía, un giro, otro, más, más arriba.... Hasta que escuchamos a alguien que, bajando, discutía con su pareja. Erik se paró en seco y empezó a temblar:

- Cógeme, abajo, esta torre se agita, muerde.

Una voz alterada.
palabras disonantes,
un tono agrio...
bastan para romper un momento,
para desencadenar agitación o miedo.


Una transformación mezquina de los lugares.

La voz, sí, nuestra voz es movimiento.
Un movimiento que debería simbolizar la perfección profunda de la vida, capaz hasta de darle ritmo a una torre.

Pero nunca ser la antesala del miedo.