Formas, texturas, colores. Son tantos los detalles con sus infinitas combinaciones...
Pero si ponemos voluntad a la belleza y aprendemos a mirar con otros ojos descubriremos un nuevo ámbito sensorial.
Imagen de Karlos Wayne.
¿Por qué no mirar los objetos o los momentos desde su perspectiva más hermosa?
Un círculo
un cuadrado,
un triángulo para empezar.
Si se unen dos triángulos equiláteros por la base, aparece un rombo. Si al cuadrado se le estiran los lados de arriba y de abajo, zaca, tenemos un rectángulo. Y en la combinación nos nacen trapecios o hexágonos, por ejemplo.
Erik es mi experto en geometría. Desde muy pequeño armaba o deshacía las formas a su antojo. Bueno, no todas, porque con el círculo se sentía limitado hasta que descubrió la tercera dimensión.
Empezó con lo esférico: tomates, naranjas, guisantes, uvas o ciruelas. Poco después moldeó sus formas (imaginaos el zafarrancho de combate en la cocina) hasta encontrar algo parecido a una bombilla.
Muy pronto su inquietud exploradora de niño pequeño le hizo descubrir los posibles de un cilindro. Ahora es un apasionado de las cañerías, el tubo digestivo, los caleidoscopios y el sushi.
Si a Erik le preguntas qué quiere comer, dice: “los tubitos de arroz”.
Y se los come de la misma manera que se admira un cuadro hermoso. Quiero decir, despacio, con delicadeza y una actitud que roza el éxtasis.
Coge uno, a veces con lo palillos (pinchando), casi siempre con las manitas. Y lo coloca en el plato. Lo mira de frente, de reojo, se agacha, se eleva en la silla... está estudiando sus proporciones, la forma:
“Es un tubo lleno, no se puede mirar por él”, dice, y se lo mete en la boca satisfecho con su lógica.
Dedico este texto con todo mi cariño a Ginés e Isabel. Muchas gracias, corazones, por el Premio "Blog vocacional", es un detalle precioso.